El síndrome de Japón

Bendita inocencia. Malditos medios.

Antes de escribir estas líneas que parecen sacadas de un viejo cascarrabias aclaro que lo hago desde la comodidad de vivir en Osaka en una vida japonesa con mujer japonesa. Todo muy japonés, tanto que parezco imbécil siendo español.

Vamos al lío. Cuando en Occidente se habla de Japón se tira de tópicos, igual que en el resto del mundo. De Japón lo que se imagina uno es: gastronomía estupenda (doy fe), tecnología punta, perfección, gente con pasta, japonesas buenorras, videojuegos y, por supuesto, manga y anime. Se añaden además tradiciones con cientos de años, templos, suicidios y mucho trabajo. Vamos, un país que a primera vista parece de puta madre si obviamos desastres nucleares, terremotos y tsunamis. Es algo parecido a lo que los japoneses piensan de España: allí todo el mundo come paella todos los días, viste de flamenco en las bodas y se hacen corridas de toros cada dos por tres con tomatazos de por medio. Total, los españoles siempre están de fiesta y tocándose los huevos. Menuda vidorra.

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¿Una vida de ensueño con manga, anime y japonesas? Quizá es esto lo que te espera.

¿A que no suenan muy bien esos estereotipos? Pues los de los japoneses tampoco. Gran parte de culpa la tienen los medios de comunicación. Por más que les pese a los editores y directores de periódicos y revistas su modelo no sólo es rancio sino que además llena la cabeza de estupideces, prejuicios y tonterías a la gente. De ésta tampoco se libran los blogs, por cierto. Yo intentaré salvarme de la quema.

Hablaba de los medios. Ahora toca la inocencia. Y es que si algo he de decir en favor de los fanáticos del viejo nipón es que no es suya la culpa de tener una buena pajarería en la cocotera. No toda, al menos. Gran parte viene de los mencionados medios de comunicación (las RR.SS. hacen también bastante daño). El caso es que Fulano o Menganita de copas (si digo fulana alguien me parte la cara fijo) flipa con lo que hay en Internet sobre Japón y se monta unos castillos en el aire que ni el de Laputa de Ghibli. Tras salones del manga, eventos de cultura japonesa y demás llega el consabido deseo.

Lo sabemos todos. Venga, contemos hasta 3. 1, 2 y….3!

YO QUIERO VIAJAR A JAPÓN. QUIERO VIVIR Y TRABAJAR EN JAPÓN.

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¿Y qué nos vamos a pegar al ver la realidad? ¡Una hostia de cuidado! (y más gorda todavía con faltas ortográficas) Fuente

Fulanito y/o Menganita no saben lo que acaban de decir. Igual con el tiempo se les pasa…o se les acrecenta. Es como una enfermedad. Puede ser una infección aguda que con el tiempo se pase o una grave que pase a ser crónica.

¿Y por qué una enfermedad? Porque en cuanto esa idea se le pasa a uno por la cabeza empieza a buscar cómo ir. Empieza a ver lo bonito. Se hace una visión del país impresionante. Todo es bueno. TODO. No hay nada malo. Se lee los blogs de los españoles que allí viven. Los idolatra. Y por supuesto (no faltaba más) critica a todos aquellos que dicen algo malo del país. Si no estás contento, vete. Con dos cojones. La manida frase del fanático, que la suelta y se queda tan ancho sin pensar un solo momento en la situación de su interlocutor.

La montaña rusa sube, con cada artículo o ítem nuevo sobre Japón a Fulanito y/o Menganita le da un subidón y sigue buscando la manera de ir al país del sol naciente. En realidad la manera es sencilla: pagar el billete de avión, hacer un pequeño plan de viaje (el JR Pass es opcional) y ver la realidad del país con los ojos de uno mismo. Pero ojo, que aquí viene lo gordo. Peligro. El Síndrome de París a la fanática de Japón acecha.

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A estos japoneses les salió París rana (o rata). A los otakus les puede salir yandere o una depresión bien gorda. Fuente: Raúl Rodríguez 

¿Qué es ese Síndrome de París? La fuente de esta imagen es un artículo de la revista paraguaya Wild que lo explica bien. Allá por los 80 un psicólogo de nombre Hiroaki Ota estudió este fenómeno o trauma que tienen los japoneses cuando visitan París. Esperan una ciudad maravillosa, de película, con gente estupenda y un viaje de ensueño. Encuentran una ciudad sucia, con monumentos petados de gente (que puede ser maravillosa, un tostón o provocar pesadillas), cara y probablemente con alguna mala experiencia. Los japoneses, dados ellos muchas veces a vivir en su burbuja y lo que no les gusta no lo miran o lo eliminan, ven chafada su visión y ahí es cuando se les mojan los pantalones. No era lo que ellos pensaban.

El extranjero occidental que visita Japón quizá no sufra ese síndrome de París al visitar Japón por primera vez, pero si se viene a estudiar o a trabajar, más pronto que tarde se va a dar de bruces con un buen choque cultural. Véanse estos puntos:

Japón es caro a diferencia de España u otros países latinos. Los sueldos son mayores pero los gastos van a la par. Ni hablar de impuestos a pagar, seguridad social, pensiones…

El japonés no es un idioma que se aprenda a la primera: requiere muchos años de estudio y dedicación desde el primer momento. Además, el inglés de los japoneses suele ser lamentable.

No, no hay anime las 24 horas del día en televisión. La mayoría de programas son de cocina, diseño de interiores o variedades donde se sientan celebridades a ver vídeos y mostrar sus caras.

Los japoneses no piensan como los españoles o latinos. Es más, el trasfondo cultural es tan diferente que en más de una ocasión los extranjeros parecen elefantes en una cacharrería.

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Como muestra, un botón: los japoneses te llegarán a mentir para ocultar realidades crudas de Japón. Muchas veces. Fuente. Merece la pena.

Las japonesas…algunas están buenas y otras no. No porque te sonrían y te traten bien significa que quieran salir contigo. Tampoco esperes que una japonesa que esté como un tren vestida con ropa que llame la atención se acerque a ti por las buenas. La mayoría de las veces vas a ser tú el que tenga que romper el hielo y hablar primero con los japoneses.

Y lo más importante de todo: por más que intentes integrarte, hacer cosas japonesas y comportarte como un japonés, NUNCA VAS A SER COMO ELLOS: Jamás vas a alcanzar su estatus.

Para cuando Fulanito o Menganita se den cuenta de esto probablemente estén hasta sus partes nobles, echarán pestes de Japón y los japoneses y su corazón se habrá roto en mil pedazos infinidad de veces. Algunos avanzarán y no se rendirán hasta aceptar su condición y abrir su mente (y posiblemente hagan vida en un futuro en el país con escapadas ocasionales a su país natal). Otros soltarán maldiciones y volverán a su país renegando porque sus expectativas no se cumplieron.

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¿Nos llevan años de ventaja? ¿Seguro? Quizá en lo tecnológico. En muchas otras cosas siguen en la Edad Media. 

¿Y qué me pasó a mí? Lo mismo. Yo no insulté a nadie pero me creí todo. Me dio el Síndrome de Japón incluso sabiendo bastante japonés. Sufrí como muchos otros. Años después lo tengo medio aceptado tras haber pasado por multitud de situaciones y haber crecido como persona. Esto no quita que pueda ver cosas en Japón que ni de lejos son buenas. Y es que al igual que España, Tailandia, Reino Unido o Estados Unidos, no es un paraíso. Es un país con cosas buenas y malas. Como todos los demás. Si lo idealizas tu sufrimiento será proporcional a tu idealismo. Lo que sube baja. Y el Síndrome de Japón no perdona.

MORALEJA DE ESTE TOCHO: si te gusta algo y tienes interés, hazlo, pero no pienses que todo el monte es orégano. No desaproveches oportunidades. Acéptate y comprende que en una sociedad como la japonesa vas a ser siempre extranjero. Descubre lo bueno y lo malo de ello y mantén tu identidad. La vida no es blanca ni negra: tiene muchos tonos grises que se acaban apreciando con la experiencia y la edad.